Y allí estaba, azul
Como el reflejo del cielo despejado
Y allí estaba, imponente
Como tu presencia en mis recuerdos
Y allí estaba, turbulento
Como los últimos días de tu presencia
Y allí estaba, amenazante
Como tu última mirada
Y allí estaba, te llamaba,
Te buscaba y te pedía
Y allí estaba esperándote y
Fuiste a su alcance
Dejando nuestras vidas,
Culminando nuestra historia
Le entregaste tu vida
Te envolvió en su inmenso manto y
Ahora que aprecio el océano;
Azul, imponente, turbulento y amenazante
Creo escuchar su voz y me susurra
Sentados
alrededor de una meza de madera con retoques barrocos en un antiguo café muy
conocido de la ciudad una pareja conversa de manera muy tensa.
Ella llora, el hilo de lágrimas surcan aquel bello rostro blanco como el papel,
agacha la cabeza en señal de derrota, la cruel batalla del amor y la vida hoy
quizá le pasa alguna factura que adeuda.
El observa a aquella mujer que amó por mucho tiempo, las vivencias navegan su
mente, los años tomados de la mano caminando por las calles de la pequeña
ciudad que celebraba aquel famoso romance, hoy solo son recuerdos.
Ella toma su cartera marrón, temblorosamente la abre, busca algo, cae una
pintura labial color café, toma un pañuelo y se seca las lágrimas cruel indicio
de su silencioso sufrimiento para no alarmar a las personas por allí cerca.
El trata de hacer algo para quitar la tensión del momento, llama al mozo, un
jovenzuelo de cabello castaño facciones agradables y muy espigado se le acerca
muy educadamente, El pide agua y un par de vasos intuyendo que ella no se
atrevería a pedir nada en estos momentos.
Ella ya no ve nada, sus ojos están nublados, su mente perturbada y su corazón
adolorido, puede notar una delgada sombra acercándosela pero no logra oír nada,
solo piensa en lo que le acaba de decir aquel hombre con el que ha vivido por
tantos años y no puede creer las palabras que acaba de escuchar, “No podemos
continuar tenemos que separarnos”, esas palabras que atravesaron como dagas su
corazón.
El cree que las explicaciones están de más, que aquella mujer no merecía sufrir
junto a él y era mejor que se aleje.
Ella se levanta bruscamente y un vaso con agua cae sobre la meza formando con
su contenido irónicamente algo que se parecía a un corazón, toma su cartera y
con lágrimas en los ojos avanza sin voltear la cara quizás esperando que su
amado le dé el alcance.
El se sorprende al verla salir corriendo alborotadamente, se levanta, antes de
seguirla trata de recoger la pintura labial color café del piso, la recoge y
corre presuroso tras de ella.
El jovenzuelo de cabello castaño facciones agradables y muy espigado se acerca
a la meza dejada por aquella pareja para limpiarla y ordenarla, pero además del
desorden encuentra una hoja de papel en el piso que dice; “Positivo, un mes de
vida”